No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza por eso de que
sus caderas. Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras, y todo
el remolino que forma en cada paso de gesto que da. Por eso, eso que me cuentas de que mírala cómo bebe las
cervezas, y cómo se revuelve sobre las baldosas y qué fácil parece a
veces enamorarse.
No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece, luego
te abrace y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo. Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que
me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.
Que sé que supondrás que soy el primero que entiende que pierdas la
cabeza por sus piernas y el sentido por sus palabras y los huevos por un
mínimo roce de mejilla. Que las suspicacias, los disimulos cuando su
culo pasa, las incomodidades de orgullo que pueda provocarte son algo
con lo que ya cuento.
Que no solo conozco su última pesadilla, también las mil anteriores.
A.E.